top of page

Microrrelatos y Poesias.

Actualizado: 24 mar 2023



Pruebeme este crimen

Steven Terrors


La estación de Hershey estaba considerada como uno de los lugares más entrañables de la región. Desde ella partía el más emblemático, antiguo y único tren eléctrico que unía dos de las localidades más importantes del país.

El tren conocido por los moradores de la zona con el término de “tranvía”, fue el primero de su género en rodar en el mundo.

Su recorrido lo realizaba a lo largo de cuarenta y siete paradas, invirtiendo un tiempo nunca inferior a las tres horas, y en innumerables ocasiones imposible de conocer. Si todo transcurría sin incidencias el viaje duraba entre tres y cuatro horas, tiempo excesivo para transitar por apenas noventa y ocho kilómetros. Pero no para quienes sin prisas gustaban de disfrutar de la belleza del paisaje campestre de la región, aunque la realidad era bien distinta. Los anticuados vagones, incluso los más modernos, donados por Barcelona en el año mil novecientos noventa y siete ya contaban con demasiados años, y se estropeaban con bastante asiduidad, lo que convertía el tiempo del viaje en incalculable y la travesía, en sí una odisea.

A escasos trescientos metros de una de las cabeceras situada en pleno valle de Yumurí, después de atravesar el puente de madera sobre el río del mismo nombre, unos pocos metros hacia la izquierda, camuflada por la vegetación variopinta de la abundante variedad de la flora, se accedía a la conocida cueva de los murciélagos.

Para muchos el lugar siempre se antojó como un sitio en el que no se había perdido nada, excepto en el supuesto de ser un murciélago.

La entrada a la caverna, con frecuencia oculta a los ojos de los desconocedores del lugar y los turistas, carecía del camuflaje perfecto para eludir las miradas de los expertos lugareños. Capaces de hallarla, incluso, si variaba la flora que la cubría.

A pesar de transitar a menudo cerca, de aquel paraje, llevaba mucho tiempo sin irrumpir en aquella cavidad húmeda plagada de murciélagos, que colgaban del techo o de las pintorescas formaciones naturales, con la superficie saturada del estiércol de los diminutos mamíferos. En el interior no existen las sombras, no penetra la luz, y en ningún caso es imprescindible cerrar los ojos para experimentar la oscuridad total. Esa totalidad también es extensible al silencio más absoluto, sólo quebrantado por la respiración propia, las gotas de agua desprendidas de las estalactitas –cuyo crecimiento puede ser muy lento, un centímetro en cien años– o por el batir de las alas de los habitantes de la cueva.

Me sobresalté cuando entré en compañía del Inspector del Departamento Técnico de Investigaciones con rango de oficial –Capitán–, Amado Guerra y la luz led de mi linterna policial se topó con la figura del hombre, que permanecía de pie a escasos pasos de mí, responsable de la llamada que nos condujo al lugar.

A su lado, en el suelo, el cuerpo inerte de un joven cuya edad debía superar los veinte años, pero que en ningún caso llegaría a los treinta.

—¿Qué ha ocurrido aquí? –Amado se arrodilló junto al cadáver mientras solicitaba ayuda y avisaba a la unidad científica.

—Está muerto. Lo hice yo.

Con la velocidad de un rayo nos abalanzamos sobre él, le pusimos los grilletes y lo sentamos sobre una estalagmita.

—¿Por qué lo mataste? ¿Cómo?

—Apenas ha pasado un año y ya la han olvidado. Ocurrió aquí mismo.

Recordé el caso al instante. Una chica, de apenas veinte años, apareció muerta de forma violenta. Fue violada y sodomizada. Nos tomamos el caso muy en serio. Se interrogó a todo su círculo de conocidos y a todo aquel que pudo estar en contacto con ella. Se investigaron a todos los sospechosos y, aunque en aquel instante el caso seguía abierto, estábamos estancados, en punto muerto. El único sospechoso, un antiguo novio, sin coartada, no podía ser acusado por la ausencia de pruebas que pudieran comprometerlo. Yacía sobre el suelo húmedo, maloliente y cubierto de estiércol, sin signos de violencia, pero muerto.

—Asesinó a mi hija, no merecía menos –dijo con voz cansada y pausada al tiempo de cubría el rostro entre sus manos esposadas.

—¿Cómo lo hiciste?

Descubrió su cara y, después, de mirar con fijeza a Amado, realizó un movimiento con la cabeza para indicarle el arma del crimen.

Amado alumbró con su linterna y recogió, a un metro escaso del fallecido, un folio tamaño DIN A4 que hasta aquel instante nos pasó por alto.

Comenzó a leer.

“Ha transcurrido un año desde que mí pequeña no está conmigo. Apareció en esta misma cueva violada y asesinada por un psicópata sin compasión ni respeto por la vida. Los cuerpos de seguridad se esforzaron por encontrar al culpable. Es muy probable que sepan, al igual que yo, quién es, pero resulta imposible condenarlo por falta de pruebas que nunca hallarán.

Por eso estamos aquí. Esa es la razón por la que estás leyendo esta carta, porque no me has dejado otra opción. Nunca quise tomar la justicia de mi mano, pero tú asesinaste a mi hija y tienes que pagar de alguna manera por tu cobarde acción.

El folio que sostienes entre tus manos, y que soplaste para librarlo del supuesto polvo que contenía, está impregnado con una potente sustancia tóxica llamada tetrodotoxina. Tal vez hayas oído hablar de ella. Se encuentra en el pez globo, de donde la extraje, y es muy mortal.

De hecho ya estarás a escasos segundos de notar sus síntomas. Ocurre a los pocos minutos de ser inyectada o inhalada, así que ya empezarás a notar la insensibilización ligera de los labios y la lengua y acto seguido, casi de manera inmediata, notarás la parestesia en la cara y las extremidades…

—Maldito… –balbució Amado comenzando a sudar con profusión mientras su cara se tornada blanquecina y el calor se retiraba helándola.

—No se preocupe, siga leyendo –ordenó obviando el cañón de mi pistola Makarov a escasos treinta centímetros de su cabeza. —Sólo era polvo de talco mezclado con cal.

—No dejes de apuntarle y si empeoro pégale un tiro.

Alumbró de nuevo hacia el folio y continuó.

“…seguro ya notas el hormigueo en tus dedos, brazos y piernas y te aconsejo que intentes sentarte ahora que puedes, porque a continuación aparecerán las náuseas y los vómitos y no podrás mantenerte en pie. Sé que intentarás atacarme, pero si lo haces comprobarás que tendrás serias dificultades para poder dar un solo paso. Haces bien en sentarte, porque ahora la parálisis se incrementará y te notarás muy débil. Tu visión se tornará borrosa a causa de la dilatación de tus pupilas y los terribles temblores, que comienzas a sentir, junto a la pérdida de coordinación muscular se unirán a la dificultad respiratoria que te invade.

Sé que ya debes estar sintiendo las arritmias cardíacas, es una muerte horrible y que no tiene nada de digna. Igual que la que debió padecer mi hija.

Pero no temas tú al menos no sufrirás ninguna violencia de mi parte sobre tu cuerpo, no porque no desee hacerlo, sino, porque decidí emparejar la contienda. A ti nadie podrá jamás culparte por asesinar a mi niña; a mí tampoco podrán acusarme de acabar con la tuya. Adiós, que mueras sin paz.”

Amado respiró profundo y se secó el sudor de la frente, mientras se hizo a un lado para que los de la científica, quienes irrumpieron unos segundos, después, de finalizada la lectura analizaran el cuerpo inerte y certificaran la muerte y su causa.

Por mi parte traté de moverme, para corroborar que podía hacerlo sin dificultad.

Inspiré con profundidad cuando lo conseguí, sin inconvenientes, y me sentí aliviado.

Después de la autopsia, el forense certificó que el fallecimiento se produjo a causa de un episodio cardio-respiratorio, con parada, y los de la científica corroboraron que en el folio no se halló sustancia tóxica alguna. Lo único que contenía era, tal y como dijo el presunto asesino, polvos de talco y cal.

Descubrimos que, aquel hombre, era poseedor de una gran capacidad de control sobre las mentes de las personas, hasta el punto de poder hacer creer lo más inverosímil. La tetrodotoxina mata en un período de entre cuatro y ocho horas.

Nunca creímos que pudiera conseguir acabar con la vida de aquel chico, pero, aunque lo hubiéramos aceptado como posible, resultaría imposible demostrarlo y acusarlo.

Aún resuenan en mi mente las palabras de aquel hombre, después de terminado el interrogatorio.

—Ustedes no pudieron probar el asesinato de mi hija, ahora pruebenme este crimen.

Minutos más tarde, libre, lo vimos alejarse con paso lento y encorvado con las manos dentro de los bolsillos de su pantalón.

Si un hombre

Steven Terrors


Si un hombre te mirara

a los ojos como hago,

si ese hombre te abrazara

a lo lejos como yo.


Si también él te soñara.

Si despertara en tus sueños,

si susurrara a tu oido,

todo mi amor eterno.


Y si al llegar la noche,

todos tus miedos calmara.

Sin darte ningún consejo,

todo tu ser sosegara.


Si cuando más necesitaras,

por alguien ser escuchada,

él estuviera presente,

si te sintieras amada.


Si al llegar en la noche,

de trabajar muy cansada,

él masajeara tus pies

hasta que el sueño encontraras.


Si un día hallas ese hombre,

si por él te sientes amada,

me marcharía en silencio,

para que no lo notaras.

Alone

Steven Terrors


Se sentó frente a su portátil y abrió el procesador de textos Word de su paquete instalado de Office 2016, ajustó los cascos conectados a su LG K8 para escuchar la música con más nitidez. La música se escuchó “Follow your dreams, be yourself, an angel of kindness. There´s nothing that you can´t do. I believe, I believe, I believe in you

La sencilla frase describía su vida. A medio camino de lo vivido y la muerte se sintió en ese estadío en el que se aposentan los cercanos a descubrir lo que siempre estuvo oculto, todos imaginaron, pero que nadie retornó a contar.

Sus creencias, su proceder, su vida en general, todo cambió, sin saber cómo, sin pedirle permiso. Nunca creyó en el futuro, nunca lo tuvo, jamás consiguió verlo, siempre lo acompañó el presente, sin embargo, esa sensación, esa visión, fue la única que permaneció impertérrita en la vorágine de metamorfosis sufridas.

Ya no era el mismo, no el de los veinte y tantos, las décadas pasaron, su cuerpo cambió, su mentalidad también y arreciaron los golpes implícitos en la mejoría como ser y persona.

Antaño cuando sólo era un dandy, no carente de sentimientos, pero sí con poco contacto con ellos, cuando no entendía todavía el sentido de su vida ni el por qué, cuando era solicitado por innumerables y hermosas mujeres, con quienes terminaba con los cuerpos enlazados en cualquier cama o rincón de cualquier lugar apto para el sexo, no importaba el amor, los sentimientos sólo formaban parte del avituallamiento del ser humano y ocupaban un plano secundario. La prioridad del acercamiento sexual, de las máximas conquistas, anulaban la vista, frenaban los sentimientos, realzaban el “yo”.

Pero como ocurre con todo. A medida que se avanza por un camino, resulta imposible detener la imagen, el entorno y congelarlo todo, es inevitable descubrir a cada paso dado y aunque si es posible permanecer anclado en el pasado y resistirse a aprender de lo nuevo en la medida en que la vida nos dirige por el finito camino que nos acerca irremediablemente a la muerte, no es evitable transitarlo sin abrir los ojos, aunque la mente mantenga su hermetismo.

A medida que la inercia empujaba a seguir, multitud de preguntas sin ninguna respuesta acertada o satisfactoria, se agolparon durante un prolongado espacio de tiempo, antes de ser aceptadas por su mente y su corazón.

Fue el momento cumbre, la metamorfosis kafkiana que inundó el interior e irradió hacia el exterior, alumbrando el recorrido, calentando a los cercanos, pero quizá, con demasiada fuerza para permitirles llegar a lo más profundo de su alma, provocando la reunión y el acercamiento entre ellos, ‒a su alrededor‒, de todas las almas con cabida en el interior del campo de luz y calor desprendido, el regocijo lo invadió, fue consciente que trascendía, se sintió mejor, pero no calculó, cometió el error de no entender en el momento preciso, que resultaba doloroso trascender si el entorno y los que te rodean no siguen tu ritmo, fue tal la felicidad interior que le embargó y que supo nunca le abandonaría, que descuidó y no prestó atención a la consecuencia más evidente, cuanto más progresas, cuanto más te diferencias, más rápido construyes la campana de la soledad que te envuelve de manera irremediable, hasta sellar tus posibilidades de compartir lo que más anhelas entregar.

Pero sigues en el camino, avanzando, sin detenerte, sin importarte, porque sabes, eres consciente que no puedes negarte, que el cambio ya es del todo irreversible, aceptas la realidad, te complaces con contemplar la felicidad de unos y la infelicidad de otros, acechas desde arriba, vives desde dentro y derramas las lágrimas hacia el interior, para mantener lubricado ese músculo que late bajo la campana, consciente de tu destino que no quieres volver a cambiar, del inamovible entorno que no puede ser cambiado y que no quiere mutar.

“Voy a reir, voy a bailar, vivir mi vida, lalalala”


Lujuria

Steven Terrors


Hacía apenas una semana que decidió dar el costoso y complicado paso de irse a vivir con él, pero por una vez en su vida se lió la manta a la cabeza y después de pensarlo de manera concienzuda se convenció de que había llegado el momento que siempre etiquetó como locura, pero que en realidad significaba vivir.

Él como siempre, llegaba a la misma hora, día tras día, minuto antes o minuto después, pero sin diferencias de tiempo importante. Como le decía a diario, el trabajo importaba, era necesario hacerlo, pero jamás sería lo suficiente importante como para retrasar el encuentro con ella.

Su principal objetivo era dedicarle todo el tiempo que fuera posible porque para él, ella representaba la persona de máximo interés y la que más merecía cada segundo de su vida. Lo llenaba, lo satisfacía, lo alegraba, conseguía que vivir mereciera la pena y desde luego a su lado se sentía más vivo que nunca.

Tenían su espacio, del que podían disponer cuando lo necesitaran sin necesidad de mediar palabra ni de explicaciones innecesarias. Sus vidas pertenecían a sí mismos, pero decidieron compartirlas con todos los riesgos implícitos. Salió bien.

Entró en la cocina después de desnudarse en el dormitorio y vestirse solo con un delantal que le llegaba hasta media pierna, del todo abierto por detrás.

Sabía que a aquella hora, nadie excepto él podía sorprenderla y estaba deseando como cada día que así ocurriera. A diario le preparaba una sorprendente y agradable situación para cuando llegaba y ese día no iba a ser distinto.

Se situó frente al fregadero y notó los latidos de su corazón que se aceleraron de manera proporcional al avance de las manecillas del reloj acercándose a la hora en que él debía aparecer.

Un ligero temblor se apoderó de sus piernas y subió por todo su cuerpo para después volver a bajar y concentrarse en su entrepierna.

Un violento estremecimiento la sorprendió y no pudo evitar deslizar su diestra hasta la unión de sus piernas. Apoyó la mano sobre su sexo, notó el calor, se frotó con la palma de la mano, despacio, descendiendo y ascendiendo, unas cuantas veces y los pezones de sus voluminosos pechos se irguieron y endurecieron. Los apretó con su mano izquierda y pellizcó, sin poder evitar el gemido que escapó de su interior cuando dos de los dedos de su mano derecha entraron en ella. Los guió hasta lo más hondo y los volvió a sacar, una y otra vez.

Los fluidos aumentaron y el olor a sexo impregnó el ambiente.

No quería seguir, pero no podía parar, pensar en él, en su cercanía, precipitaba la aparición de sus instintos más primitivos, la necesidad de ser penetrada de sentirlo en lo más hondo de su cuerpo, invadida por cada uno de sus agujeros, saciada, derrotada y bañada por su semen.

Se estremeció con violencia cuando notó las manos que sujetaron su cintura. No lo sintió llegar, pero tampoco tuvo tiempo suficiente para ser presa del miedo o asustarse, coincidiendo con el momento en que las manos se posaron sobre su piel, avanzó la cabeza rozando su mejilla, obligándola a torcer la cabeza.

La besó en los labios.

A punto estuvo de llegar al clímax, pero él se separó, se desnudó allí mismo y se volvió a situar a su espalda. Le retiró la mano del sexo y tomó el relevo.

La pequeña y gruesa mano la acarició mientras los dedos juguetearon en su clítoris y en su interior. Giró la cabeza todo lo que pudo y le introdujo la lengua en la boca. La pasión se apoderó de su cuerpo, su mente y supo que no podría parar, no hasta que los cuerpos cayeran desfallecidos por la lujuria saciados de sexo.

Se giró, le sujetó la cabeza por ambos lados y enroscó la húmeda y viciosa lengua en la de él, quiso agacharse, meter la empinada polla en su boca, propinarle un exquisito tratamiento, pero no lo consiguió, él acercó una silla, la obligó a levantar la pierna izquierda y poner el pie sobre el mueble.

Comenzó a bascular, a moverse en un intento por acercar la lengua a su sexo, pero él no tenía prisas, se resistió y continuó mojando las caras internas de sus muslos colindantes a su volcán, pero sin llegar a tocarlo hasta ser consciente de la excitación, el descontrol y la necesidad imperiosa de su sentir.

Lamió los labios, el clítoris y le permitió deleitarse con sus movimientos de cadera.

Los gemidos se entremezclaron cuando momentos después el falo la invadió y ensanchó las paredes de su vagina. Lo apretó con fuerza, clavó las uñas en la espalda mientras él sin emitir quejido alguno apretó sus pechos, sus redondeadas nalgas y pellizcó sus pezones, haciéndola sentir, estremeciéndola, acercándola al orgasmo.

Contrajo su interior para aumentar la sensación sobre la polla que entró hasta lo más profundo y permaneció inmóvil durante un corto intervalo de tiempo, después, él la retiró, pero sin sacarla, dejando el glande en su interior. Basculó con movimientos rítmicos y salió casi por completo para volver a introducir solo hasta el glande, lo repitió tres veces antes de volver a entrar del todo en ella.

Ejecutó la maniobra en varias ocasiones, notó el calor que la quemaba, el sudor que la recorría, los temblores que la dominaban y mordió, besó, lamió, gimió, sin control.

El orgasmo la sorprendió, tuvo que usar toda su fuerza para evitar que el siguiera ejecutando sus movimientos y que desfalleciera de placer. Se quedó quieto en toda su profundidad mientras los espasmos se sucedían uno tras otro y ella se liberaba.

Un par de minutos después, se agachó y engulló el pene. Deslizó su mano, sus labios, succionó, lamió cada centímetro hasta que la dureza se incrementó y la rigidez se apoderó de él.

En un momento la simiente se introdujo en su boca y se esparció por su rostro y sus pechos.

Después permanecieron abrazados, en silencio, disfrutando de los cuerpos.


Steven Terrors


Apenas había transcurrido unos pocos segundos desde que ella hizo rodar el vehículo sobre el asfalto.

Quiso despedirla por última vez con un movimiento de su mano, pero se abstuvo de levantar el brazo cuando giró la cabeza hacia la izquierda y pudo contemplarla concentrada en la conducción.

No entró en el centro comercial, prefirió andar y acopló los auriculares en su celular antes de reproducir las canciones grabadas en la tarjeta de memoria externa.

La música se inició y su mente comenzó a reproducir la imagen de ella, quien insistía en hacerse un hueco en su mente y quedarse a vivir allí, en un pequeño espacio, sólo ocupado por su presencia, para siempre.

El tiempo pasaba deprisa como hacía mucho no experimentaba y el camino se reducía a velocidad de vértigo entre whatsapps y melodías. Leyó el último de los que le envió, era una pregunta provocada por una confesión. —¿Y qué pensabas tanto?

—Uff…no sé cómo decirlo, pero desencadenas tantos pensamientos a la vez que a veces resulta bastante complicado ordenarlos en mi mente…

Sí, la pensaba, de continuo y no estaba siendo justo. No supo cómo ocurrió, por más vueltas que a diario le daba desde el primer momento que escuchó su voz, nunca encontró la respuesta buscada, nunca lo supo, pero por increíble e irracional que le pareciera, sucedió, se enamoró y no podía permitírselo.

Ella tenía compañero sentimental y al margen de ello, estaba la edad, demasiados años les separaban y cuando aún ella estuviera en pleno potencial de vuelo, él estaría a la busca de un aeropuerto para aterrizar.

Estaba enamorado de ella, pero por encima de sus sentimientos, quería que fuera libre y feliz, se merecía todo, quizá más y su corazón se encogió cuando comprobó que resultaba bastante probable que no estuviera recibiendo ni la mitad de todo lo que se le debía sin necesidad de pedirlo.

Casi estaba en su destino y su mente seguía erupcionando como el más de los violentos y letales volcanes.

No lo dijo, pero lo que en realidad le habría gustado en la despedida, era que ella hubiera cambiado de dirección, detenido el vehículo a su lado, permitirle abrazarla durante unos segundos antes de continuar avanzando por el camino cogidos de la mano, cada uno con un auricular, sin mediar palabra, en silencio, arropados por la melodía y por la luz, la bondad y el amor irradiados de los ojos de ella.

Pero aquello formaba parte de la ficción, era bonito, sí, pero era a la vez dolorosamente utópico y él estaba acostumbrado a las utopías y a llegar siempre tarde, a las relaciones inconvenientes y a los enamoramientos imposibles.

Una sonrisa superficial se asomó a sus labios, su sueño nunca se haría realidad, era consciente, tendría como en tantas otras ocasiones que aceptarlo y volver a proclamar vencedora a su mente de forma unánime sobre su más que vencido corazón, pero aún había algo en lo que no lo había derrotado, sus sueños, esos placenteros momentos que jamás le podría arrebatar porque seguiría soñándola, aunque día tras día se levantara consigo.

Faltaba poco tiempo para el regreso, pocas horas que serían solo para ella en la profunda intimidad de su mente y por una vez supo que no haría nada, permitiría a su corazón seguir sintiendo mientras pudiera y lo dejaría latir con fuerza dentro de su pecho hasta el próximo encuentro…


Golondrinas

Steven Terrors

Caminando por la vida,

un buen día me encontré,

una hermosa golondrina,

de ella me enamoré.


Me cautivó su dulzura,

su figura, su mirada,

me embriagó su soltura,

como batía sus alas.


Curioso, pero tenía,

un plumaje bicolor,

y sentía que me quería,

no puede ser, dije yo.


Me susurró al oído,

su canto me hipnotizó,

milagro, al siguiente día,

ya también la amaba yo.


Fue tan intenso y real,

sentimientos que brotaron,

que me pude transformar,

y dos golondrinas, volaron.


Hoy volamos por los cielos,

lejos de las realidades,

lejos de banalidades,

en un eterno festejo.


Con el batir de las alas,

que siempre baten unidas,

divisamos la sabana,

empieza una nueva vida.


Amor eterno

Steven Terrors


Dieron por finalizada la placentera unión sexual, hacer el amor, seguía representando la máxima forma de expresión, del intenso e inmenso amor que sentían y la única fórmula de argumentar, o poder explicar, un sentimiento, para el que, a pesar del tiempo transcurrido, seguía sin existir una palabra que pudiera definirlo con exactitud.

Todo estaba cambiado, el tiempo, siempre se mostraba implacable en el paso por sus vidas y la alquimia fue inevitable, la metamorfosis, a causa de su inevitable paso, era una realidad, la tersura de las pieles de ambos cuerpos se había perdido, las arrugas hicieron su aparición, sin embargo, ellos encontraron la belleza en sus nuevas siluetas, continuaron descubriendo las sensaciones, los sentimientos y la sensibilidad que nunca disminuyeron, sino, que se incrementaron, para unirlos más, para convertirlos en más apasionados.

Cierto que nada resultaba igual que antaño, cuando podían dar rienda suelta a su mutuo sentir, una y otra vez, entrelazados los cuerpos, unidos por los sexos, mezclando sentimientos y fluidos a través de todos sus orificios, juntándose de forma indistinta en uno y otro cuerpo, diluyéndolos, fundiendo sus almas, convirtiéndolos en una unidad de dos.

Pero nada importaba, seguían teniéndose, tumbados uno frente al otro, mientras las yemas de los dedos exploraban de continuo las arrugadas anatomías, como recuerdo de que cada día, representaba uno nuevo y con el, una nueva posibilidad de sentir, de descubrirse, de volver a aprender la geografía de los cuerpos en constante transformación, que no conseguía apagar la luz de los ojos de los amantes que, cada día, comenzaban de nuevo, con mayor fuerza, con intensidad renovada, permitiendo que los sentimientos crecieran y se alzaran hasta las cotas más ilimitadas, sin convencionalismos, sin normas, sin reglas, ausentes ante cualquier mirada o comentario, de una sociedad que no les correspondía, pero que les tocó vivir, protegidos por la invisible cúpula que los rodeaba, donde sólo el amor era la única opción.

Las miradas siempre fijas, sin palabras, no eran necesarias en un comunicación no verbal que, permitían fuera en aumento, resultando suficiente, para comunicar todo lo inexpresable a través del habla, sólo empleada para susurrar al oído, como una caricia estimulante.

No sabían cuanto duraría, no eran conscientes, ni conocedores del momento en que les tocara partir, eran conscientes de que no viajarían solos, porque lo inaceptado, lo insospechado, lo increíble, se había materializado, las almas estaban fundidas, la lava esparcida y aunque los cuerpos seguían siendo dos, el alma sólo sumaba una, porque no siempre, uno más uno son dos, en ocasiones es uno, las reglas estaban para romperlas y ellos las habían quebrantado todas.

Cuando llegara el momento, partirían, al unísono, dos cuerpos, un alma, un amor eterno.


El tiempo

Steven Terrors


Avanza el tiempo, inexorable,

Más es lento el transcurrir,

Vivo queriendo que pase,

Junto a ti, poder vivir.


Sentirte, poder abrazarte,

besarte y acariciarte,

demostrar, cuanto amarte,

hasta que me toque, partir.


Contigo el tiempo es eterno,

también, una nimiedad,

ya no existe el mundo externo,

tú, yo y la soledad.


Borramos todo lo externo,

se pierde la sociedad,

sólo perduran, dos cuerpos,

Para amar, en su intimidad.


Si lo que vivo, es un sueño,

parar el tiempo, pudiera,

mi ansiado deseo, sería,

que al despertar estuvieras.


Que, en mis brazos, despertaras,

Acariciarte, sentir,

poder besar en tus labios,

ver tu sonrisa surgir.


Pronunciar, cuanto te quiero,

nuevo día, es revivir,

intenso amor y deseo,

eternamente vivir.


El banco Steven Terrors


Como solía hacer desde hacía ya casi siete años, anduvo con paso cansado a ocupar el lugar que siempre permanecía vacío y que quienes transitaban por el puerto le reconocían de su propiedad, evitando sentarse, sabían que él siempre llegaba a la misma hora y permanecía absorto contemplando el paisaje, descansando la pesada soledad que transportaba sobre los hombros.

Llegaba muy temprano en la mañana, apenas despuntado el amanecer y no abandonaba su lugar de vigilia hasta cuando el astro solar comenzaba a ocultarse en el horizonte.

Nunca nadie se atrevió a preguntar, él tampoco interrogó a quienes de continuo paseaban por delante, siempre inamovible, pero con el interior bullendo, siempre absorto oteando el horizonte, escrutando los ojos, los cuerpos y el interior de las mujeres que se cruzaba, que transmitían su misma necesidad de una u otra forma, que precisaban del descanso y el sosiego y un lugar para reponer fuerzas o compartir experiencias, pero nunca arriesgaron, ni siquiera, cuando él en su interior, sintió que querían hacerlo, pero quizá, el miedo, las paralizó. Las dejó seguir, sin pronunciar.

En la medida en que el tiempo continuó su camino, su interior se fue despejando, permitiendo un lugar más amplio a su sentir, e incrementando la necesidad de entregar los sentimientos que lo saturaban, que lo presionaban desde el interior, amenazando con hacerlo estallar, pero tenía que mantenerse fuerte, aunque su interior se desquebrajara a cada segundo descontado por las manecillas de un reloj, de lo contrario, el llanto le invadiría, llamando la atención de quienes sabía no se acercarían y para los que permanecería invisible, o por otra parte, permitiría la incontrolada fuga de sentimientos que, sabía con certeza, atraerían lo inapropiado.

A cada día que amanecía, se notaba un poco más anacrónico en la época que le correspondió vivir, era su momento, era la sociedad a la que pertenecía, pero en su criterio, por error; eran sus gentes, pero no lo eran, eran sus semejantes, pero no actuaban como tales. Vivían subyugados a lo material, a lo simple, con la necesidad de sentirse importantes, mirando a lo lejos, oteando el horizonte, pero sin detenerse, ni por un segundo, a observar la belleza oculta del interior.

Pero él, lo sabía, al menos quería creer que lo sabía, se resistía con estoicismo, no podía ser una equivocación, de serlo, tendría que regresar a épocas pasadas y retraerse para siempre en lo más profundo de sí. Por esa razón, siempre, por las noches, tomaba su merecido descanso y regresaba a la mañana siguiente a ocupar su lugar.

Y ocurrió, no podía asegurar como, le satisfacía creer, que de tanto pensarla, de tanto sentirla, de tanto vivirla, con la magia de la alquimia, se había materializado de la nada; pero en el lugar más recóndito de su mente y en el fuerte latir de su corazón, supo que no era la versión correcta. Ella siempre estuvo, esperando, paciente, el momento idóneo para acercarse.

El banco de cemento se quedó sin huésped fijo. Ahora lo ocupan otras personas, tal vez, con la esperanza y la creencia, de que un día ellos también puedan resultar agraciados.


Eres

Steven Terrors


Eres la sonrisa que ilumina las mañanas,

la razón de mi sin razón,

el dulce tormento que acelera los latidos,

de mi corazón,

el imposible que fija mi línea de salida.


La meta inalcanzable que me hace siempre buscar más allá.

eres la gota donde se centra el contenido universal,

eres el todo oculto que todos quieren conocer,

y pocos pueden compartir.


Eres quien todo merece, quien no posee,

quien, en acompañado silencio, sufre la soledad de su amor,

eres quien espera desde la distancia, sin condiciones,

la llegada del amor que la sature.


Eres la comprensión de todos los momentos,

la paciencia escondida,

la dulzura desbordada,

la exageración de mis sentimientos.


Eres el santo grial de mi vida,

eres la lava que calienta la sangre,

que recorre mis venas y proporciona la fuerza,

al latido de mi corazón.


Eres la imperfección del mundo,

que convierte en perfecta mi existencia

eres quien nunca busqué y siempre anhelé encontrar

eres la caricia y el consuelo en la distancia.


Eres mi más preciado despertar,

la acompañante perfecta,

eres quien, tal vez, no me roce a diario

pero a quien siento y sentiré a cada instante.


Eres mi sueño más lejano,

el recuerdo de mi tardanza,

eres mi realidad cotidiana,

eres mi única verdad, sobre todo,

Eres tú.

Con todo mi amor. Te amo.


Quiero

Steven Terrors


Quiero despertar contigo,

abrazado, a la sensualidad de tu cuerpo,

quiero perder el sentido,

cuando en tus labios, deje un beso.


Levantarnos unidos,

plenos de amor y de besos,

susurrar siempre a tu oído,

el amor que te profeso.


Y de la mano cogidos,

pasear este amor intenso,

crear un mundo prohibido,

un mundo de amor eterno.


Que nuestros cuerpos dibujen,

sentimiento de amor eterno,

que nuestras lavas se fundan,

incrementando el deseo.


Deseo del nuevo ciclo, de un nuevo día,

de besos, de abrazos y de caricias,

de un amor que es eterno,

y junto a ti día a día, susurrarte, te quiero


El silencio Steven Terrors


Pasan la seis y media de la tarde. En el horizonte, solo se distingue la tenue tonalidad rosa y azul que se difumina y mezcla, para impedir se pueda definir, donde empiezan y terminan los colores que, poco a poco, se ocultan bajo el manto de la oscura noche que se apodera de la ciudad. El reproductor del celular, reproduce de manera incansable, las mismas canciones escuchadas y repetidas hasta la saciedad, que no consiguen insuflarme el sosiego, sino, el efecto contrario y a pesar del ruido, el silencio se apodera de mi mente y duele. Mi subconsciente, repasa de manera meticulosa el sonido de tu voz, su suavidad, la cadencia y armonía de sus tonos y las caricias de tus susurros a través del móvil. Quiero abalanzarme sobre el teléfono, deslizar mi dedo sobre la pantalla, presionar sobre tu nombre para lanzar la llamada que ponga fin a mi intranquilidad y la angustia que me provoca tu silencio, que crece, que permito se engrandezca, hasta que por fin me llames y mi regocijo se manifieste, en la misma proporcionalidad que mi sufrir en silencio. Es insoportable la espera, penetra cada uno de mis poros y se asienta a parasitar en cada una de las células de mi cuerpo. Trato de distraerme, detener el paso del tiempo, no ser consciente de su transcurrir y escribo, espero tu llamada, en silencio.


Reloj y calendario

Steven Terrors


Objetos que nos limitan, que encierran y etiquetan nuestras mentes y vidas.

No los inventé, no los considero necesarios, mucho menos que me recuerden, que el tiempo se puede medir y que la sensación de su paso puede ser rápida, o lenta, siempre dependiendo si escucho el sonido de tu voz y las caricias de tus palabras, de si estás cerca o lejos, de tenerte, o no, cobijada entre mis brazos, impregnando mi cuerpo de tu olor, tu calor y sentimientos.

Calendario que se resiste a borrar o adelantar los días, absurdo reloj, antes de manecillas, ahora digital, que da soporte para la existencia del calendario, segundos eternos, minutos agrandados, horas desesperadas, monótonas, rutinarias, inflexibles en su transitar, que me acercan a ti, pero que causan mi desasosiego cuando constato la lentitud de su paso y no estás junto a mí.

Reloj absurdo, empeñado en contar el tiempo, ese que no necesitamos, porque entre nosotros no existe, ni existirá, porque nuestros sentimientos, no son cuantificables, ni en intensidad, ni en tiempo, e imposibles de medir, o expresar mediante la palabra.

Pero a pesar de ello, me tortura, aunque pronto me desharé de ellos, cuando nuestros cuerpos se unan y nuestras mentes y corazones se fusionen para siempre, haciéndolos desaparecer.

Ese tiempo que ahora me recuerdan y que sufro en mi silencio, cuando no escucho tu voz, es solo la cuenta atrás de la poca existencia que les queda al calendario y al reloj para desaparecer de nuestras vidas.


Sin título. (Para ti)

Steven Terrors


En mi confusa existencia,

mi vida se iluminó,

cuando sentí tu presencia,

y cuando escuché tu voz.

De tu dolor aprendí,

que quien quiere, siempre puede.

Me hablaste y comprendí,

que el amor no se detiene.

Por eso todas las noches,

dejo que mi alma escape

que vuele rauda hacia ti,

que te acompañe un instante.

Es momento de sosiego,

cuando mi alma te arropa,

cuando aún estando lejos,

puedo besarte en la boca.

Puedo abrazarte a lo lejos,

puedo notar tu calor,

puedo decirte te quiero,

te quiero siempre, amor.

Cuando en tu sueño ligero,

tu alma el cuerpo despierta,

mi alma parte de nuevo,

pero antes dice, te quiero.


Silencio

El que surge cuando tus palabras dejan de fluir,

Silencio,

el que se incrementa,

cuando despierto tu celular y sigue durmiendo.

Silencio,

el que me posee,

cuando compruebo que todo sigue,

en silencio.

Silencio,

el que anhelo rompas,

el que al final,

decido no interrumpir,

Silencio,

el que me hace dudar,

acerca de si lo deseas mantener.

Silencio,

el que tanto respeto me impone.

Tu silencio.


Para ti.

Ese, con quien a diario sueñas, quien crees no existe y apenas conoces, sin saber. Ese que no se atreve a decir que te ama, porque sabe que sólo puede amarte, desde la distancia. Ese que se conforma con tu libertad, que disfruta con tus sueños. Ese que devora, ávido, tus letras, quien te mira, se ilusiona y más se enamora. Ese que padece tu soledad de día y se reconforta con soñarte y cuidar tu sueño, en la distancia, por las noches. Ese que te ama, en silencio, sin compartirte. Ese hombre soy yo.






Poemas de mi amiga colombiana Joyce Alviz



















170 visualizaciones4 comentarios

Entradas Recientes

Ver todo
bottom of page